martes, 20 de noviembre de 2012

Tiempo

El tiempo pasa rápido de acuerdo al lugar en el que decidamos pararnos. Es una cuestión de perspectiva. Decidimos esperar o no, a alguien o a algo. Yo a veces espero, generalmente por convicciones. Como una declaración de principios.
Pierdo el tiempo albergando la esperanza que cuando llegue el momento, la intensidad por vivir compensará todo el resto, que es aire, una anécdota, una abstracción.

Y es que la vida sin algunas personas es simplemente tiempo.

jueves, 1 de noviembre de 2012

Divino tesoro

Un porcentaje bastante considerable de personas de mi generación considera que el voto a los 16 es inviable, aduciendo una supuesta falta de madurez de los jóvenes para votar a conciencia. Por propiedad transitiva, podríamos decir que quienes hemos superado la barrera de los 16 -ampliamente- estamos capacitados para sufragar. Sin embargo, no son pocas las personas con las que he conversado que consultados en torno a los motivos por los que eligió a un candidato durante unas elecciones me respondieron “porque votar a [inserte aquí un nombre a elección] no da”. Y es que la adultez supone madurez, según esta concepción algo reduccionista de quienes se oponen al voto juvenil. Entonces “no da” que los chicos voten.

Y el motivo creo que es uno solo: quienes crecimos con Menem como presidente somos en gran medida, abúlicos políticos. Sufrimos el desarraigo (y la poco recomendable comodidad) de no pertenecer a un ismo. Crecimos tibios, porque las políticas neoliberales nunca ofrecieron un espacio para los jóvenes. Por el contrario. Entonces, empíricamente para nosotros, los jóvenes actualmente tienen el mismo interés por la política que nosotros tuvimos a esa edad.

Estamos equivocados.

He conversado con adolescentes que conocen el entramado político actual en detalle y poseen un espíritu crítico que ni por asomo he visto cuando tenía 16 años. Jóvenes con argumentos sólidos que derrumban los endebles cuestionamientos de adultos y adultos/jóvenes que se niegan sistematicamente a comprender que los tiempos cambian, que el acceso a la información es otro y que la vida política en democracia, implica involucrarse, cuanto antes mejor.

La frase remanida que reza “los jóvenes son el futuro” tiene que dejar de ser mera retórica.

lunes, 22 de octubre de 2012

Policías en acción

Existe una dificultad con la que deben lidiar todos los realizadores que se topen con Jugde Dredd. Se trata de una premisa engorrosa basada en los preceptos a través de los cuales fue creado no solo el personaje, sino todo su universo imaginario: estamos ante un antihéroe abiertamente fascista.

Así, cada artista que ha tomado las riendas de la historia del policía futurista no sólo debía crear un buen argumento, sino balancearse con criterio para manejar esa distopía totalitaria y caótica que es Megacity sin ser acusado de tráfico de influencias.

Y el guionista Alex Garland lo logra en buena medida. Su historia da (apoyada en el trabajo del director Pete Travis) una acabada idea de lo que John Wagner y Carlos Ezquerra pensaron cuando crearon un estado totalitario donde el concepto del Poder Judicial se amalgame con el de Policía y en el que la pena de muerte esquive cualquier tipo de traba burocrática para ejecutarse de inmediato, si lo avala un pequeño manual de usuario. Un sistema donde los jueces sean verdugos, ganen las calles y estén entrenados para matar a quien no cumpla las reglas, reglas que el 80% de la ciudadanía está dispuesta a pasar por alto, porque ese 80% no tiene muchas más chances que hacerlo para sobrevivir. Un sistema facho, con todas las letras.

En ese contexto destaca el Judge Dredd, en este caso interpretado por Karl Urban (la versión shampoo realizada en los 90 estuvo a cargo de Stallone) aunque bien podría ser cualquier actor testosterónico de quijada amplia y con la capacidad de impostar la voz. Dredd sería el policía impoluto e incorruptible. Leguleyo por definición e impiadoso al momento de hacer cumplir la ley a rajatabla.

Garland entiende bien la idea y saca provecho de su buen criterio como guionista (que ya había insinuado en Sunshine, una película que comenzó para hacer historia y se derrumbó por su propio peso) haciendo que ese sistema totalitario muestre los costados endebles de sus fundamentos. Así, se permite incluir otro agentes del orden de principios antagónicos a los del protagonista. Corruptos con poder en un sistema corrupto. El resultado es más que interesante, evitando que el espectador idealice un sistema represivo donde la única solución, es el exterminio de los excluidos.

En otro orden, la película cuenta con una acción constante que se permite saludables mesetas. Sin embargo, y quizás el punto más alto del largometraje pasa por el buen uso de los efectos visuales. El cuestionado recurso del 3D es exprimido al máximo y es difícil imaginarse a la película sin él. No fue azaroso que los realizadores utilizaran un edificio de 200 plantas como escenario principal, ni una droga sintética que pone en cámara lenta el cerebro de quien la consume, y por propiedad transitiva, del espectador.

El juego de cámaras entonces, propone composiciones fotográficas que hacen abismos amparados en la profundidad de campo y en la bien aplicada tridimensional lente. El slow-motion encuentra su excusa en un recurso argumental y es utilizado con tino, sin excederse y aprovechándolo para decorar un gore atenuado.

Pete Travis hace su irrupción en las grandes ligas de Hollywood con un trabajo prometedor dentro del género fantástico y pudiendo acreditarse ser uno de los pocos realizadores en comprender que el 3D puede ser más que un recurso efectista para hacer al lenguaje narrativo y otorgarle un valor agregado a la historia, en tiempo donde los lentes bicolores son utilizados sólo como un subterfugio para deslumbrar a las masas.

jueves, 27 de septiembre de 2012

Argentina 2012

Odio a los pobres. Odio que puedan llegar a tener mis mismas posibilidades. Odio no poder seguir haciendo la vida que hacía con Menem mientras miles se morian de hambre como en África. Soy individualista, me gusta Macri y simpatizo con la más rancia derecha liberal. Creo que los desaparecidos están todos en Europa y que no fueron 30 mil. Voy todos los domingos a misa y le doy limosna a quienes piden en la puerta, esa es mi obra de caridad semanal. No quiero que tomen de mis impuestos para planes sociales, porque si no tiene resultados inmediatos para mí no sirve. ¿Qué me importan las soluciones a largo plazo? Estaré muerto para entonces. Aquí y ahora. Están fomentando la vagancia. No me importa en absoluto que esas criaturas hayan nacido en medio del monte y que les hayan cortado el cordón umbilical con un cuchillo oxidado. Eso no me conmueve, me conmueven las fotos en Facebook de niños con cáncer y gente en la miseria, eso lo comparto, les doy "me gusta" así aliviano mi conciencia y duermo tranquilo. No quiero compartir, la redistribución de la riqueza implica que yo sea menos rico. Eso me aterra, aunque la vida me haya dado la oportunidad de estudiar en los mejores lugares y tener, gracias a mi trabajo, una excelente calidad de vida. No quiero cortar mi queso. Sencillamente no puedo, no quiero, no me gusta.

martes, 11 de septiembre de 2012

11/9

El 11 de septiembre de 1973 un Golpe de Estado dirigido por los Estados Unidos, destituyó al entonces presidente socialista de Chile, Salvador Allende, para colocar en su lugar al dictador Augusto Pinochet, con quien iniciaría una de las dictaduras más sangrientas de Latinoamérica. Fue una de las tantas maniobras de la llamada "Doctrina de la Seguridad Nacional", maniobra norteamericana para erradicar cualquier manifestación de comunismo en nuestro continente, en plena Guerra Fría. La banda chilena Los Tres creó una de las canciones más sanguíneas sobre este acontecimiento, que curiosamente, también ocurrió un martes, como hoy. Un martes de horror.

martes, 3 de julio de 2012

Ciudad oculta

Otra vez Pablo Trapero viene a inyectarnos directamente en el lóbulo frontal una dosis sin diluir de malvenida realidad. Para evitar preambulos, bien podríamos estar ante la mejor película argentina de los últimos 10 años. “Elefante Blanco” es una patada en el pecho para quienes nacimos en este bendito país y al mismo tiempo un excelente ejercicio denuncista. Un reflejo sin distorsiones de la Argentina contemporánea, de sus instituciones, de sus hombres y mujeres. Los rasgos identitarios de la cultura villera fluyen a través del lente de un director audaz y comprometido que logra un producto final tan filoso como necesario gracias a un guión sólido, descarnado y contundente.

Filmado en locación en la Villa 31, Trapero elige al igual que en su trabajo anterior, “Carancho” a Ricardo Darín y Martina Gusman como sus protagonistas. A ellos, se suma el belga Jérémie Renier, un ícono del drama social europeo (fue un actor recurrente en la obra de los hermanos Dardenne) quien trae su acabado conocimiento del género a Latinoamerica, en una aparición para celebrar, no por sus laureles sino más bien por la excelente interpretación que logra en la película, donde pareciera incrustado en un contexto que le es totalmente desconocido al actor y al personaje.

El trabajo de sacerdotes y asistentes sociales, son la herramienta para que el espectador contemple las entrañas de una de las villas más populosas de Buenos Aires. La lucha constante de quienes, por mera vocación y a pesar de la falta de recursos y apoyo, buscan generar un cambio que para la mayoría de la sociedad es utópico.

Así, Trapero construye un espacio para reflexionar en torno a una problemática largamente evidenciada: la incompatibilidad entre la vocación de servicio y los dogmas católicos. Los personajes de Darin y Renier -sacerdotes ambos- ven su deseo de trabajar en pos de las necesidades de los sectores postergados, chocar indefectiblemente contra los intereses de los poderosos, entre quienes se encuentran la alta cúpula eclesiástica. Y en ese derrotero, el camino los lleva a zonas donde sus esfuerzos son vacuos y sus buenas intenciones, sólo eso.

Los recursos estéticos entonces, puestos al servicio del mensaje, son sencillamente exquisítos. Las imágenes hablan tanto como los silencios. Imperdible toma la de Renier en un convento de clausura dejándose vencer por la impotencia y condenando su espíritu inquieto al mutismo absoluto. Y mejor pasaje aún el de Darín ante el obispo, reclamandole ser “más que sacerdotes” ante situaciones apremiantes, y recibiendo por respuesta otro dogma: “Pertenecemos a una estructura”.

Esa estructura es puesta en evidencia a lo largo de toda la película. Con la figura del Padre Mugica como bandera, el realizador desnuda la falencia de algunos conceptos que por arcaicos, caen ante su propio peso (el celibato de los sacerdotes, por citar un ejemplo evidente) y revela la importancia de las acciones por sobre las buenas intenciones. La pulsión interna que late con firmeza en hombres y mujeres dispuestos al cambio, se muestra a través de quienes batallan contra el paco, la pobreza, el hambre, la delincuencia y todas esas “ cosas que no se tocan” como grita Pity Álvarez al comienzo y el final de la película, con su genio de la periferia nunca mejor ubicado. Cosas intangibles -como la falta de oportunidades- que la sociedad argentina es tan reacia a comprender.

En tiempos en los que la militancia que busca respuestas concretas a las problemáticas de las clases subalternas son violentamente reprimidas, “Elefante Blanco” recuerda a casos puntuales como el de Mariano Ferreyra o el de Dario Santillan y Maximiliano Kosteki. El guión busca generar un molesto zarpullido en la ambivalente moral católica de la clase media/alta argentina y lo logra incluso en quienes no pregonamos esas premisas pero crecimos bombardeados por sus preceptos.

jueves, 24 de mayo de 2012

"El último disco es una crónica sobre la inminencia del desastre"

Entrevista que le hice a Ariel Minimal, cantante y guitarrista de PEZ, previo a su segunda presentación en Santiago.

Al igual que hizo a lo largo de toda su carrera Ariel Minimal huye despavorido de las posturas. Eso que hizo de Pez una banda “de culto” se refleja en una forma de transitar el camino de la música, alejado de los clichés de rockstar y enfocando su fuerza en una obra prolífica, repleta de sorpresas, colores y lugares y en una banda que actúa como un músculo ejercitado con tesón durante casi dos décadas.

Con quince discos en su haber, Pez logró autodenominarse de una manera inmejorable en su primer disco en vivo “Para las almas sensibles” cuyo eslogan rezaba “29 canciones y ningún hit”. Y es así, la agrupación que completan Fósforo García (bajo), Franco Salvador (batería) y Pepo Limeres (teclados) no suena asiduamente en las radios de moda ni formó parte ni por un segundo a lo largo de su historia del mainstream rockero nacional. Minimal quizás haya alcanzado la cúspide de su popularidad como guitarrista de Los Fabulosos Cadillacs, una etapa breve, pero que le alcanzó para dejar marcada a fuego su particular firma en discos como “Fabulosos Calavera”.

Y Minimal toca. No pierde el tiempo en nada que no implique el hacer música. El inicio de esta entrevista lo corrobora. -Llamame en 15 minutos, que voy a estar en el taxi yendo a un show y podemos hablar tranquilos-. Uno imagina ese pulso hiperquinético aplicado a la cotidianidad. Tomar la guitarra y salir en búsqueda de ese taxi que lo llevará a un nuevo escenario. Los quince minutos pasan y la charla comienza. Con la misma calidez y el mismo nervio que exhiben algunas de sus canciones.

-Estoy yendo a tocar con Flopa (Florencia Lestani, una de las artistas con las que se asoció para dar forma a un nuevo proyecto paralelo) y después ya partimos para Santiago.

-¿La idea es presentar el nuevo disco? -No, la idea es tocar. Imaginate, es la segunda vez en 19 años que vamos a Santiago. No tendría sentido tocar solamente temas del nuevo disco. Vamos a tocar todo lo que se pueda.

-El título del nuevo disco “Volviendo a las cavernas” hace referencia al regreso al sonido original de Pez, más crudo, más rockero. -En realidad tiene que ver con todo lo que hablan las letras.

-En esas letras hay un mensaje común. Como una señal de advertencia. - El desastre está a la vista de todos. El disco es, digamos, una crónica sobre la inminencia del desastre (risas) no tiene sentido que yo lo relate porque cada uno agarra la quiere del disco.

-¿Te gusta la idea de compartir escenario con varias bandas? -Lo hacemos todo el tiempo. Es algo personal, no particularmente de bandas. Nos nutre el compartir con gente, conocer nuevas personas y artistas.

-¿Disfrutás todavía lo que representa viajar por el interior junto con los integrantes de Pez? -Te diría que recién estoy empezando a hacerlo como me gusta. Estoy disfrutando a full. El plan de este año es no grabar un disco y viajar mucho, tocar en todos los lugares posibles.

-Muchos te consideran el sucesor natural de Spinetta ¿Qué opinas de eso? - (Piensa) ¡Patrañas! El sucesor de Spinetta es Dante ¿Yo que tengo que ver? Me gusta su obra, como me gusta la de Charly, la de Miguel Abuelo, la de Pappo y la de Miguel Cantilo, pero sinceramente no es un lugar en el que me interese estar. No reniego de cierta influencia, si es que hay, pero hay influencias de todos los que nombré. El rock de la década del 70 nos gusta mucho y abrazamos eso, pero yo no estoy para suceder a nadie, ni en pedo. No me interesa estar en ningún lugar que no sea el mio, el que yo me generé.

¿Cómo conviven tus nuevos proyectos, tanto solista y con Flopa, con Pez? Conviven bien. Uno los hace convivir con una agenda ordenada, así camina todo. Me encantaría ir a Santiago con Flopa por ejemplo. Ahora estamos tocando en Capital pero a partir de agosto tenemos la intención de estar en todos los lugares que podamos.

Ariel, gracias por tu tiempo. Elegí un tema del último disco para ilustrar la nota “De cómo el hombre perdió”, la primera canción del disco.

martes, 22 de mayo de 2012

"Logramos que nuestras influencias se transformen en nuestra propia imagen"

Entrevista que le hice a Barbi Recanati, cantante de Utopians, durante su visita a Santiago.

El sonido crudo que Utopians plasmó en sus discos a lo largo de su carrera -que ya suma suficientes años como dejar de considerarlos erróneamente una “banda nueva”- se contrapone con la simpatía con la que Barbi atiende el teléfono para ser entrevistada. La sonrisa se adivina del otro lado y convida a un diálogo distendido que bien podría extenderse por años, recorriendo una vida repleta de viajes, música, discos, cine, arte y figuras de acción de los Caballeros del Zodíaco. “De chica tenía al caballero de Sagitario, en serio”, dice entre risas.

Ese universo particular es el de la cantante, guitarrista y frontwoman de Utopians, Barbi Recanati "somos una banda de “rock-rock” define, escapando de cualquier etiqueta e imprimiendo, como a todo su trabajo conocido, un sello personalísimo.

La historia de Utopians comienza hace años, en una fábrica abandonada que vio dar a luz los primeros ensayos y canciones de la banda -de ahí el nombre de sus primeros EP “Factory”- y traza una línea hasta el presente. Una línea que no es recta sino repleta de curvas y detalles. De lugares y sensaciones.

-En el medio de la realización del primer disco hicimos un viaje a Europa que nos ayudó a conseguir el dinero para editarlo. Queríamos ver un lugar que no sea Buenos Aires para hacer música. Un lugar mejor. Lo curioso es que volví convencida de que Argentina era el lugar donde teníamos que tocar, donde había un montón de cosas que nos gustaban para escribir. Es por eso que lo que más nos gusta es tocar en el interior del país. Nos divierte mucho viajar porque además eso nos permite no sólo cambiar de locaciones sino no repetir experiencias. Al salir, es siempre como una primera vez, porque en el tiempo que transcurre desde que dejamos un lugar y volvemos, pasan muchas cosas . Como músicos nos da mucha experiencia y la idea es que la segunda vez siempre sea mejor que la primera.

-¿Cómo manejas ser la cara visible de Utopians, qué cuando se hable de la banda se piense directamente en vos?-No es algo que haya meditado mucho. Cuando eramos chicos y nos invitaban a una radio, siempre íbamos Gus (Gustavo Fiocchi, guitarrista de la banda) y yo. Fuimos quienes encaramos la parte social de la banda, por así decirlo, pero fue algo que se fue dando de manera natural. En realidad todos los aspectos de la banda siempre se dieron muy naturalmente.

-¿Cómo influye al momento de componer lo que tomas de otras vertientes artísticas? -Por suerte lo que logramos con Utopians es que nuestras influencias se transformen en nuestra propia imagen. Tener nuestra propia personalidad de tanto haber robado por no decir inspirado. Robado desde el lugar más inocente, obvio (risas) y es que hay veces que haces un tema y te sale igual a alguno que escuchaste en algún disco.

- ¿Y qué música escuchan los miembros de Utopians?-Un poco de todo. Desde metal hasta pop. El nuevo indie es quizás lo que menos escuchamos, pero fuera de eso creo que escuchamos todo. Mario (bajista de la banda) estuvo involucrado con el folclore, Gustavo con el tango.

-¿Cuál es la expectativa de venir a tocar a Santiago del Estero por segunda vez?-Cuando nos juntamos a ensayar hablábamos de eso. La idea es adelantar lo que va a ser el nuevo disco pero vamos a tocar temas de discos anteriores también. Estamos muy ansiosos por ver cual es la respuesta de la gente que ya nos viene escuchando.

-¿Y del nuevo disco “Trastornados” que nos podes adelantar?Nos sentimos muy cómodos, no tomó muchos años hacer un disco de esta forma. Somos felices con haberlo terminado, Es mucho mejor que lo anteriores. El mejor sin dudas. Un disco de rock, disfrutable a nivel sonido y muy cancionero.

jueves, 10 de mayo de 2012

El milenio de los superhéroes

Y finalmente llegó. Tras el largo (pero original) derrotero que antecedió a su producción y lanzamiento y que incluyó cinco películas, el largometraje de uno de los grupos de superhéroes más importantes del universo Marvel fue estrenado provocando una explosión de testosterona nerd alrededor del globo, que se traduce en una taquilla despedazada y medios no especializados haciéndose eco de una cinta de este tenor.

Hulk, Iron Man, Thor, Capitán América, Hawkeye, Black Widow, Nick Fury, Loki y su ejército Chitauri transforman la pantalla en una enorme viñeta, o mejor aún, en una página doble repleta de detalles, héroes, explosiones y embebida en la más pura energía cinética. El resultado es un blockbuster monstruoso donde la acción y la comedia van de la mano y que se sostiene no solo por un guión previsible pero sumamente dinámico, sini por una avalancha de bienvenidos FX, la interpretación de un Robert Downey Jr. que pareciera haber nacido para encarnar a Tony Stark y la excelente utilización de Hulk, personaje que los guionistas (al fin) comprendieron a la perfección, explotándolo desde todas sus aristas en un 100% y convirtiéndolo en uno de los puntos más elevados de la película.

En ese sentido, Joss Whedon dirige con buen pulso un largometraje que por previsible, no deja de ser motivo de disfrute para quienes gustan del cine de ciencia ficción y hacen del género fantástico una suerte de culto. Y probablemente es porque resulta absurdo pretender encontrar en “The Avengers” algo más que los componentes que le dan forma. Principalmente tras cuatro años de películas que sirvieron como antecedentes y permitieron trazar una idea de lo que sería el resultado final. Estamos ante una producción llamada a romper récords de recaudación y demostrar que los recursos actuales permiten que el séptimo arte refleje el contenido de una historieta, por muy descabellado que sea.

Por eso el objetivo primario que parecía perseguir la elaboración de un film tan ambicioso, probablemente ha sido cumplido. Así como la DC Comics -a través de Warner Bros- dedicó a hacer una reparación cinematográfica de uno de sus personajes emblemáticos como Batman, produciendo cintas que ya son consideradas obras maestras por motivos que he enumerado en críticas pretéritas, Marvel optó por producir incansablemente películas (alguna de una calidad irrisoria, como las dos partes de Ghost Rider) de la mayor cantidad posible de sus personajes.

Y no está mal. Si trazamos un paralelismo, algo similar sucedió en la historia de ambas editoriales. Fue DC quien a partir de 1984 tomó la lanza y publicó historietas como Watchmen, V for Vendetta o The Dark Knight Returns, entre tantas otras que marcaron un rumbo a seguir y significaron un quiebre en la manera de hacer, consumir y, por sobre todas las cosas, considerar a la narrativa dibujada. Mientras tanto, Marvel hacia lo propio pero desde otro lugar, con historias no tan explícitas pero que permiten una segunda lectura, como “Squadron Supreme” de Mark Gruenwald, sólo por citar alguna.

En ese afán comparativo -y sin la intención de que suene como un ejercicio maniqueísta- en el cine reciente de ambas editoriales ocurre algo similar. Marvel apunta sus cañones a la producción de películas que puedan enmarcarse sin dudas dentro del género fantástico. DC, se anima a alejarse (a veces) de las convenciones de ese género -sin abandonarlo, claro- aspirando a convertir sus películas en pequeñas gemas que llamen la atención de un público más crítico y adulto.

Con esta distinción hecha, se podría decir que “Los Vengadores” es una gran película de superhéroes. Pochoclo de calidad realizado si mayores aspiraciones. Una catarata de efectos visuales tremendamente logrados y puestos al servicio de un género que encuentra en la modernidad las herramientas necesarias para explotar al máximo.

Probablemente, sea ésta la primera de muchas cintas por venir, y que permitirán un análisis más estricto. Pero de lo que no hay dudas, es de que será recordada como la primera gran película basada en un grupo de superhéroes, lo cual teniendo en cuenta la extensión del camino recorrido por el séptimo arte, ya es mucho decir.

jueves, 16 de febrero de 2012

Doble de riesgo

Podríamos pretender -corriendo el riesgo de pecar de ambiciosos- que esta reseña no sea sólo sobre la versión norteamericana de la primera parte de la trilogía Millenium, sino también un repaso por las novelas, las tres películas suecas y los fenómenos del mercado y las industrias culturales.

De un tiempo a esta parte, Hollywood pareciera haber secado su océano de ideas. Esa planicie árida y resquebrajada se nutre entonces, ya no de guiones importados sino directamente de otras películas que no sólo garantizan el éxito sino que ofrecen la teórica facilidad inherente a un mapa de viaje.

“La Chica del Dragón Tatuado” no es sino una muestra más de esta tendencia. Tras el excelente trabajo realizado por el director danés Niels Arden Oplev en la adaptación de la primera novela de Stieg Larsson -luego del fenómeno mundial generado por la publicación del libro- la industria norteamericana no demoró en activar los resortes necesarios para poner en marcha una remake “hecha en casa”.

El doppelganger fue activado y el elegido para su creación fue David Fincher. Director mimado en tierras del norte, con laureados antecedentes (el más reciente, la oportuna “Red Social”) e interesantes propuestas. Junto a él, aterrizaron Daniel Craig y una casi ignota Rooney Mara sobre quien los ojos se posaron con particular interés, ya que sería la encargada de interpretar a uno de los personajes más interesantes creados por la literatura contemporánea: la sociópata Lisbeth Salander. Una hacker e investigadora de turbio pasado, con problemas de conducta sólo superados por una inteligencia nacida en el seno de Asperger y un look gótico perturbador. Una dama que rompe el molde, echando por tierra los rasgos identitarios de la femineidad occidental y erigiéndose en una suerte de icono contracultural contemporáneo.

Sin embargo, el producto Hollywood propone una Lisbeth Salander edulcorada que se encuentra a años luz de la interpretada por Noomi Rapace en la versión sueca. Si bien esta propuesta sigue obediente los rasgos fundamentales del personaje, a lo largo de la película vemos como languidece hasta llegar al patetismo. La cabeza norteamericana no admite todo eso que la versión original se atrevió a poner en la pantalla y que representa lo dicho, un quiebre con la visión occidental de lo femenino. Así, la Lisbeth de Rooney Mara se toma licencias de minita que le quitan fuerza al personaje y por propiedad transitiva, al desarrollo de la historia.

Sobre el resto de la película es difícil tener algún tipo de reparo. Como era previsible, la dirección de Fincher es excelente, el rodaje en locación es algo que el director ha demostrado de sobra que conoce a la perfección por lo que la progresión narrativa hace al relato ameno e intenso, aunque con mucha menos fuerza que su original. Daniel Craig se muestra correcto en un papel sin demasiadas exigencias y ese clima opresivo que corta transversalmente la historia, aunque atenuado, dice presente.

Y si bien las comparaciones son odiosas, en este caso parece necesaria. El afán expansionista de Hollywood (industria a la que no delezno y que consumo ávidamente) ha comenzado a mostrar sus fisuras más obvias.

La producción, creación y comercialización de películas destinadas a reventar boleterías y mantener al tope sus arcas ya no alcanza. Se busca más y esa voracidad es saciada a través de la recreación. Allí pareciera estar una nueva clave del éxito. Lo que la crítica aclama, si no tiene la bandera yankee, es nacionalizado de inmediato. Como un jugador ignorado en su país y ovacionado en una liga desconocida que es convocado para jugar en la selección de un terruño cuyo idioma nunca aprendió. Ha pasado con “Let The Right One In” y con “Infernal Affairs”. Y seguirá ocurriendo, el mercado manda. Nada más importa.

Mientras tanto el poder de la industria yankee propone una particular ironía. Su alcance, hará que sus versiones sean las que terminen por imponerse ante el grueso del público (“The Departed” ganó el Oscar a mejor película, su original asiática, apenas es conocida). No obstante, sería interesante poner el acento en consumir también las historias originales, que al no encontrarse bajo el ala protectora estadounidense requieren un circuito alternativo para darse a conocer globalmente. Y ese circuito de distribución es sin duda Internet, lugar al que se podía acceder a películas que jamás llegarán ni al cine ni al sitio de alquiler de nuestro barrio, pero que ahora encuentran un oportuno cepo en la ley SOPA, curiosamente, impulsada por los Estados Unidos con el objetivo de “salvaguardar los derechos de autor”. Un subterfugio tan divertido como el de defender los derechos civiles y las libertades individuales de los ciudadanos libios, afganos o iraquíes con una simpática invasión.