El misterio religioso
“Arderían las piras en la ciudad de Santiago como un símbolo de la purificación de las costumbres, pero el gobernador sería considerado como uno de los más crueles representantes de aquellas épocas bárbaras, de tormentos, de Inquisición y Santo Oficio”.
Orestes Di Lullo, del libro Santiago de Estero: Noble y leal ciudad
¿Cuáles son los misterios ocultos detrás de años de historia santiagueña? Esta tierra antiquísima, también fue el escenario de etapas cosmopolitas cuyos momentos claves se recuerdan a kilómetros de distancia, difusos, casi ajenos. La conformación de este suelo caminó al unísono con momentos históricos cuyo conocimiento es general, tangencial, pero que ocultan circunstancias acaecidas en puntos de la ciudad que transitamos a diario, y que son testigos silenciosos de centurias enteras.
El siguiente artículo pretende pararse en una etapa histórica comprendida por los siglos XV al XVII. Dejemos libre la quimera, y permitámonos creer que unas meras líneas bastarán para viajar en ese marco de tiempo, omitiendo los detalles claro, pero procurando generar imágenes de un Santiago pretérito, añejo y particularmente cruel y despiadado.
La Congregación para la Doctrina de la Fe (o Santo Oficio, o meramente Inquisición) fue un sistema impulsado e implementado por la Iglesia Católica durante el medioevo. La intención primaria –y con esta aseveración no se pretende destacar minuciosamente su accionar- era erradicar de las sociedades cualquier corriente de pensamiento que difiriese de la inherente a la grey católica. Así, protestantes, cristianos nuevos o conversos, científicos, pensadores y más adelante cualquier persona que evidenciara ideas demasiado progresistas (principalmente si se trataba de nociones importadas de Inglaterra, donde tenían un tinte netamente liberal) eran rápidamente juzgados por un tribunal que actuaba célere y qué avalaba métodos como la tortura para indagar o castigar a sus acusados.
Claro está, el catolicismo era tan sólo una de las instituciones que impulsaban y legitimaban el método inquisidor. Detrás de él, el poder político hegemónico trabajaba de manera articulada con la iglesia generando una maquinaria de control político, social y económico, tan temida como despiadada. En el caso de Argentina, y particularmente de Santiago del Estero, el Santo Oficio operaba en conjunto con la colonización de la monarquía española. No obstante, la Inquisición enjuiciaba sólo a blancos, españoles o europeos, por lo que los indios nativos eran juzgados por tribunales ordinarios, que sin embargo utilizaban los métodos impulsados por esta doctrina.
En Santiago del Estero no existía un tribunal de la Santa Inquisición. Las centrales del Santo Oficio estaban apostadas en Cartagena de Indias, Lima y México. Conformadas por sacerdotes, colonizadores y “familiares del Santo Oficio”. Todos ellos gozaban de una serie de privilegios que hacían tentador ingresar en una organización casi sectaria, poderosa y temida.
Historias de Inquisición en Santiago
"E pur si muove"
Galileo Galilei
El suelo provincial fue testigo del accionar del brazo inclemente de la Inquisición. Los archivos históricos de la provincia revelan historias de escarnio público, de torturas y tormentos, de persecución y muerte. Quizás el más representativo de ellos es el de la india Lorenza, musa que impulsó la investigación de la historiadora Judith Farberman (que encontró numerosos procesos por hechicería iniciados en la provincia). Lorenza fue acusada junto a otra india conocida simplemente como Pancha, de ser la culpable por la enfermedad desconocida que aquejaba a la criada del alcalde.
Cómo este caso, existen otros. Innumerables procesos seguidos contra frailes y sacerdotes, pero principalmente contra indios y librepensadores. La hechicería, el encantamiento y cualquier práctica ajena a una cultura instaurada, era rápidamente castigada por una doctrina cuyos engranajes estaban aceitados a la perfección, prestos para acallar voces irreverentes.
El investigador local Luís Garay menciona otros casos relevantes. Entre ellos, destacan el del conquistador español Juan Ramírez de Velasco, quien quemó cerca de 40 mujeres acusadas de brujería al llegar a Santiago del Estero como gobernador. Otro hecho tiene lugar a principios del siglo XVII, cuando el inquisidor Francisco de Luna y Cárdenas, acusa a una criada india de envenenarlo. “Tenía el estomago lleno de fístulas… nosotros creemos que podría haber sido un envenenamiento provocado por la jana de la tuna”, explica Garay. El español, utilizaba un método de tortura que ni la cruel de las mentes podría imaginar. Ponía los dedos pulgares de la mujer en los percutores de las escopetas –el espacio donde se colocaba la pólvora- para luego dejar caer el mecanismo sobre ellos.
Había otro tipo de torturas más usuales, como el potro, el garrote y los ladrillos fríos y calientes. El escritor Raúl Lima, recuerda el caso de dos indias que por una enfermedad de su patrón son acusadas de brujería. “Terminan confesando, pero sólo para que dejen de martirizarlas. La tortura era un método legal e inhumano de indagar”, explica. El escenario de este espectáculo atroz, habría sido la plaza Libertad, un punto neurálgico de la capital provincial.
Incluso Francisco de Aguirre tuvo que vérselas con las autoridades inquisidoras. El fundador de la provincia fue detenido tres veces por el Santo Oficio, principalmente por el rechazo natural que sentía por el clero. “Es más útil un herrero que un sacerdote”, supo sentenciar, dicho que lo llevó a un juicio, en el que él tuvo que abjurar, para salvar la vida, como un Galileo Galilei vernáculo.
El modus operandis de la Inquisición incluía el secuestro, encierro y la confiscación de los bienes de las personas acusadas. Los mismos, eran encerrados en cárceles secretas, ubicadas generalmente en los sótanos de los conventos (no existe la constancia de la existencia de estos en Santiago). Los acusados podían sufrir dos tipos de condenas una leve y otra grave. La primera implicaba simplemente desdecirse, acto que permitía salvar la vida tras de un proceso que podía durar muchos años, y en los que uno era debía hacerse cargo de los daños que podría sufrir su cuerpo. Cualquier lesión, era responsabilidad del acusado, “por no decir la verdad al ser interrogado”.
La condena siempre se consumaba, si el acusado había muerto durante el proceso, se quemaba una estatua, y se dejaba en las iglesias un San Benito, a modo de prueba. El San Benito era una túnica con la que se vestía a los condenados. Por lo general, se encontraba hecha de un color fuerte y estampada con símbolos relacionados a la brujería y la hechicería.
Lo que fue, lo que es, lo que será
Cuáles son las consecuencias de que instituciones como el Santo Oficio o la propia colonización española hayan ocupado un lugar preponderante en la cultura de nuestra provincia -y, como es obvio, de Argentina- durante siglos.
Las huellas trazadas en los aspectos sociales de nuestro país e incluso de Sudamericana, son inmunes al olvido que propone el paso del tiempo. Y es que los procesos de la Inquisición, parecieran haber marcado el rumbo, trazando un camino que la historia de nuestro país volvería a recorrer.
Es simple entonces establecer un paralelismo entre las formas de enjuiciar, encarcelar y matar. El control descontrolado, la condena al pensamiento libre, la captura ilegal y el abuso del poder. Puntos comunes que bien podrían disparar una señal de alarma.
Y es que las similitudes, aterradoras, parecieran repetirse cíclicamente en un país donde la memoria se proclama pero rara vez se usa.
La historia manchada de sangre, sangre que tal vez haya sido limpiada del suelo en el que ahora mismo estamos parados.
"Si la libertad significa algo, será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente aquello que no quiere oír".
George Orwell, 1984